domingo, 11 de marzo de 2012

Prepárate para lo peor

 Cuando crees que lo has visto todo, siempre aparece algo que te sorprende. Cuando crees que tu vida no puede ser más triste ni más ridícula, entonces ocurre algo para refutar tu creencia.




La noche prometía. Habíamos quedado el Repollo, el Ninja y yo en la estación de metro para ir al festival. A mí el organizador me había dado entradas gratis, con lo cual íbamos bastante contentos, en plan “soy un artista muerto de hambre pero al menos no pago entrada”. Así que vamos hablando los tres de nuestros proyectos, de nuestro documental, de nuestra película, de nuestro disco, de la cantidad de cosas que podríamos hacer pero no hacemos, de lo pedazo de artistas que estamos hechos, de lo pedazo de mierdas que son todos los demás.

 Para el que no lo sepa, somos Artistas, pero Artistas Artistas, que nadie se confunda. El Ninja es director de cine, tiene treinta años y vive con sus padres en Carabanchel en un zulo de treinta metros cuadrados; monta sus películas en el mismo salón en que duerme mientras sus padres de 72 y 73 años ven programas del corazón en la tele con el volumen al máximo (el aparato auditivo a esas edades ya se resiente). El Repollo no se queda atrás: diseñador gráfico, técnico de sonido y productor de música. Vive gracias a la renta de un piso que tiene a su nombre en el país lejano del que procede, no se sabe exactamente cuál. Vivía subyugado en un pueblo de mala muerte y hacinando su espíritu en sectas de cristianos evangélicos hasta que atropelló una manada de búfalos con su coche en una carretera comarcal y cambió radicalmente su vida. Su auténtica vocación es la de filósofo: ahora se debate entre follarse a su compañera de clase o follarse al resto de la raza humana. Yo, por mi parte, no soy nada en especial: siempre quise ser famoso, desde pequeñito soñaba con alfombras rojas y champán, entrevistas en hoteles de cinco estrellas y periodistas cachondas haciéndome preguntas indiscretas en la suite presidencial. Intenté ser escritor, actor, guionista, músico, pintor, cantante… en fin, una profesión que me diera reconocimiento y fama, que pusiera las masas a mis pies, pero no tuve éxito en ninguna de ellas. Al final he tenido que conformarme con vagabundear por lo que el Repollo llama los rebordes de la fama, esperando que caiga algo, que tiren algo, como un perro o una rata, mientras las verdaderas estrellas se emborrachan con la luz de los flashes.

 El caso es que venía un supergrupo inglés de cabeza de cartel más dos grupos españoles de moda y yo, por mi parte quería tirarme el rollo con mis coleguis; había ido a casa a coger los últimos 20 miserables euros de mis ahorros para invitarles a algo, para ser un anfitrión ejemplar, para que vean que no siempre estoy tirado y en la ruina, que todavía me puedo invitar a una jodida ronda de cerveza aunque luego me tenga que volver a mi casa andando (y sin un chavo en el bolsillo).
 Poco a poco nos íbamos acercando, charlando con nuestro porrito y nuestro litro de cerveza, al recinto de festival: era una carpa blanca gigantesca en la que debían caber unas 15 mil personas, y se oía desde dentro un bombo ensordecedor, una pachanga inhumana, una música tan simple que hasta un mono podría tocarla.
El Ninja fue el primero en decirlo.

-¿Se puede saber qué pedazo de mierda es ésta?

Y yo intenté calmar los ánimos alegando que si todavía no habíamos entrado, no podíamos hacer una crítica valorable de la música, vamos a entrar y luego ya veremos, ¿no? Total, que a medida que nos vamos acercando vemos una cola como de 700 metros de longitud que se dirige a la carpa. Con estupefacción, me entero de que, tengas invitación o no la tengas, te vas a chupar la cola, mis amigos me miran, el Ninja pone esa cara inquisitiva de “nos están choteando”. Dudamos entre largarnos y fumarnos cuatro porros en un sitio tranquilo, mierda, en ese momento estaba todo en juego, escapar de allí, encontrar la dignidad y el silencio, pero justo aparece por allí un colega del Repollo, el típico capullo con rastas que va a los festivales como quien va a misa, ciegamente creyendo que todo lo que tenga más de 15000 watios de potencia se eleva a una escala religiosa. El capullo con rastas nos convence de quedarnos y hacer los 700 metros de cola con él y sus amigos, cuando de pronto llama la churri del Repollo, que va-a-venir-que-si-tenemos-entrada-que-dónde-estáis-que-voy-para-allá-que-esperadme que… total, a mí me sobra una entrada y no he pagado por ella, así que no me importa donarla para que el Repollo quede como lo que no es: un caballero.
 Después de media hora de cola ya estamos llegando a la entrada, parece ser que el supergrupo inglés está a punto de empezar, pero la churri no aparece, estamos ahí frente a la puerta dejando que se nos cuele todo cristo y la churri no aparece, se me está empezando a terminar el buen humor, pero intento mantenerlo a duras penas, el Ninja me mira de nuevo, el Repollo actúa como si fuese subnormal pero no le culpo, a todos nos pasa con las mujeres. Por fin aparece la churri, vamos padentro, digo, pero resulta que ella viene con un tío extraño que podría ser su primo, su tío, su hermano o su padre, yo qué sé, y parece ser que tampoco tiene entrada. La churri del Repollo me mira con ojitos, como si yo pudiera multiplicar las entradas como Jesús multiplica panes y peces, y yo digo que-se-busque-la-vida-vamos-padentro-me-cago-en-la-puta, así que por fin logramos entrar en la mega carpa y el tío, primo… lo que sea se va a comprar la suya por ahí.
 Para nuestra sorpresa, cuando llegamos al interior, nos damos cuenta de que el supergrupo inglés no es tal, sino un miserable dj, tanta jodida expectación para un puto dj, claro, habían puesto soundsystem en el cartel y cuando ponen eso es que va el dj y se pincha los temas del grupo y punto pelota: con dos cojones. Ese tipo va a ganar esta noche más de lo que yo he ganado en toda mi puta vida, pero no importa, hay que mantener la calma, la música que pincha es horrorosa e insoportable pero no importa, hay que mantener la calma. Me dirijo hacia la barra y espero para pedir cervezas, mientras espero una tía me tira del brazo, ¿tú eres el del video que va en tanga por la calle? Sí, soy yo, qué vida más triste ¿verdad?, qué quieres que te diga, estudiar pa esto, pa que te conozcan por tu culo… la chica se va, decepcionada, y a la media hora me traen dos minis y ya tengo los pies pegados a la capa de ron y kalimocho que hay cubriendo el suelo. Consigo despegarme y propongo a mis amigos que vayamos hacia fuera a escapar del ruido infumable que hace el dj del supergrupo inglés. El Ninja dice, vas a estar en deuda conmigo el resto de tu existencia después de esta noche, tío, esto es la mayor ruina que he visto en mi puta vida, yo le digo, tienes razón tío, mira, nos tomamos ésta y nos vamos. El Repollo aprovecha, mientras su churri está distraída, para contarnos su enriquecedora experiencia con un chapero sordomudo.


 Nos terminamos la birra, ya ha pasado un rato, estamos ligeramente embolingados, un poco insensibilizados al ruido y la imbecilidad que nos rodea, van a ser las 12 dentro de poco y sale el último metro al centro, tenemos que tomar la gran decisión, largarnos de una puta vez o quedarnos a morir aquí, dice el Ninja, yo digo de largarnos pero estoy contentillo ya, miramos al Repollo, yo diría de quedarnos chavales que a-ver-si-la-meto-en-caliente-hoy, dice el muy cabrón, así que ahí nos quedamos siendo solidarios con el Repollo y sin saber que nos espera una de las torturas más grandes que hayamos vivido jamás.
 Por fin termina el dj del supergrupo inglés, ahora se supone que viene el grupo de moda en España, el grupo que la parte en todo el mundo con una fórmula explosiva e irrestistible, así que por lo menos el Ninja siente curiosidad y dice de volver hacia dentro a la horda sudorosa de jipis. Empieza el concierto y la cara del Ninja se convierte en un poema, pero en un poema trágico, yo diría más bien en toda una obra dramática, en Titus de Shakespeare o en Fausto, en cara de general destronado, cara de esto ya no es lo que era, en nos están engañando, en a dónde vamos a parar, en nos estamos haciendo viejos, en a dónde me has traído miserable hijodeputa. Asistimos con nuestras caras largas, más largas que un tomo del Quijote, al concierto del grupo de moda: un refrito de todo lo que funciona metido en el mismo espectáculo, rumba pachanguera, ska, flashes, chispas, confeti, madero el que no bote, rastas malabares piercings, paz en el mundo, raggafly, en fin… un espléndido envoltorio sin nada en su interior.
 Esto es el fascismo amable, digo yo, aquí estamos, todos atontados bailando una música ubicua, coreando una canción vacía, sin significado, mientras el mundo se desmorona detrás de nosotros y gracias a nosotros, creando varias toneladas más de escombros para tirar al mar o a donde coño sea, sí, el ser humano es maravilloso, me estoy poniendo cachondo…
 Después de ochocientos bises y de tener la sensación de que hemos estado una hora y quince minutos escuchando la misma canción sin parar, termina el concierto. Hay una batucada para cerrar, original método en estos tiempos que corren. Nosotros ya estamos borrachos del todo, el tonto de las rastas nos ha llevado a una visita guiada a los retretes con katering incluido así que bueno, no está tan mal la cosa, vamos a ver cómo coño se sale de aquí, dice el Ninja, y todos estamos de acuerdo. A todo esto la churri del Repollo y sus colegas han desaparecido.  Vamos en busca del autobús conversando animados, todavía mantenemos el buen humor a pesar de todo; después de mucha discusión El Repollo dice que lo más cercano a Dios en la tierra son los graves y los flashes de un concierto como éste, y yo espeto que si Dios está en alguna parte, aquí no está ni de coña, el Ninja dice que si ha tenido paciencia de esperar la cola, Dios debería estar en el festival como todo el mundo. Así que vamos buscando una parada de autobús que nos lleve a alguna parte, porque el lugar es como un jodido desierto en el que solo hay calles y bloques de edificios rectangulares que parecen vacíos.
 Al fin llegamos a la parada del autobús. Es entonces cuando se nos cae el alma al suelo: hay unas 400 personas esperando al autobús. Esto parece Cuba, chavales, digo yo, pero a nadie le hace ni puta gracia. Nos ponemos a esperar ya hundidos en la miseria más absoluta, palabras textuales del Ninja. El Repollo encuentra entretenimiento echándose miraditas con un marica de barba que está nuestro lado, el Ninja dice, como mire más hacia aquí ese marica le parto el alma, te juro que le rompo la cara, el Repollo le tranquiliza, no te pongas así hombre y comienza una de sus astutas maniobras para ver si se lleva al barbas a unos arbustos a que le coma la polla o le haga una pajilla, todo sin éxito, porque parece que el barbas se conforma con las miraditas, entonces el Repollo también se encabrona. A todo esto llamamos un taxi, pero a cada taxi que llega hay como veinte zorras borrachas que salen corriendo calle arriba y se lanzan encima, así que la cosa está imposible.

 Cuando parece que nunca llegará, aparece el autobús. Va en la otra dirección pero nos da igual, estamos muertos de frío, subiremos a ese autobús como sea, mataremos si es preciso, y todo el mundo piensa lo mismo, así que se forma una avalancha de gente enajenada intentando subirse, nosotros lo conseguimos a duras penas por la puerta de atrás, misión cumplida, ya estamos dentro, alegría, alboroto, por fin nos vamos, aleluya, viva cristo redentor, viva la virgen, viva el papa… pero no. Hay demasiada gente en el autobús y el conductor se niega a arrancar. Aparecen 5 patrullas de policía a desalojar el autobús, todo el mundo fuera, venga, a-ver-qué-está-pasando-aquí, hoy es mi día de suerte. Yo que pensaba invitar a mis amigos a un concierto y mira qué aventura, lo mismo me da hasta para un relato y todo. Son las cuatro y pico de la mañana y el autobús que no sale, el Ninja sin porros, yo sin dignidad, el Repollo que no folla esta noche, estupendo, una estampa deliciosa, una noche vip en toda regla, codeándonos con la crème de la crème, así da gusto salir a la calle, ir a un concierto con tus amigos e impresionarles con tus influencias. Estas son las cosas que te animan la existencia, esperar un autobús en un descampado a las 5 de la mañana, porque ya son las 5 probablemente, después del concierto más lamentable que hayas visto jamás, eso es algo sensacional.
 Por fin conseguimos subir de nuevo al autobús que nos lleva hacia la civilización, esta vez con la supervisión de los amables agentes de la autoridad. El único asiento libre que hay es encima de un vómito, pero ya me da igual, me siento tranquilamente encima del vómito, eso ya es una menudencia comparado con todo lo demás, el broche de oro de una noche inolvidable, el Ninja ya no está de mal humor, me mira, indulgente, sabe que doy más pena que un galgo abandonado en una autopista, el Repollo cabecea ya, se está quedando dormido soñando con que alguien le come la polla en un jacuzzi o en una sauna, yo sigo sentado en mi vómito mirando las luces de la carretera. Algún día recordaremos esto y nos parecerá gracioso. Algún día.

No hay comentarios: